
El histórico regreso de Diego Maradona a Boca Juniors 1996

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El 7 de octubre de 1995 no fue un día cualquiera para los hinchas de Boca Juniors. Ese sábado por la tarde, el estadio La Bombonera se llenó hasta el último rincón para presenciar el regreso de Diego Armando Maradona al club de sus amores. Después de 13 años de ausencia, el “Diez” volvió a vestir oficialmente la camiseta azul y oro, en un partido cargado de emoción, expectativa y tensión.
El encuentro fue por la novena fecha del Torneo Apertura, y el rival de turno fue Colón de Santa Fe. Boca se impuso por 1-0 con un gol agónico de Darío Scotto a los 89 minutos. Sin embargo, más allá del resultado, el foco del partido estuvo puesto en el retorno de Maradona y en un cruce caliente con el volante rival Julio César Toresani, que dio origen a una de las frases más icónicas del fútbol argentino.
El retorno a La Bombonera
La vuelta de Diego Maradona a Boca significó mucho más que un simple refuerzo para el equipo. Era el regreso del ídolo máximo, del hijo pródigo que volvía al club donde había brillado en 1981. Aquella temporada inolvidable marcó a fuego su vínculo con los colores xeneizes y dejó una huella imborrable en los hinchas.
Desde temprano, las calles cercanas a La Bombonera se llenaron de camisetas, banderas y cánticos en honor al «Diez». La expectativa era total, y la ciudad se paralizó. Maradona volvía en plenitud de forma y con el deseo ferviente de cerrar su carrera profesional donde había comenzado su leyenda.
Durante el partido, Diego mostró destellos de su calidad, aunque aún le faltaba ritmo competitivo. Su presencia en la cancha fue suficiente para encender al público, que lo ovacionó cada vez que tocó la pelota. Fue una jornada emotiva, marcada por el amor incondicional de la hinchada hacia su máximo referente.
Más allá de lo futbolístico, el regreso de Maradona tuvo un valor simbólico. Era una señal de renacimiento, tanto para el jugador como para el club. Con su presencia, Boca volvía a soñar en grande y los ojos del mundo volvían a posarse sobre el fútbol argentino.
La vuelta de Maradona a Boca. (1995) pic.twitter.com/K3JffbCvE6
— EPDO FC (@EPDOFC) October 2, 2025
El cruce con Toresani
El partido ante Colón tuvo un capítulo especial que lo convirtió en parte del folclore futbolero argentino. Durante el segundo tiempo, Julio César “Huevo” Toresani protagonizó varios cruces fuertes con Maradona. El clima se volvió tenso y las fricciones fueron subiendo de tono.
Toresani, conocido por su temperamento, buscó al «Diez» en varias jugadas, con entradas duras y provocaciones verbales. Maradona no se quedó callado y respondió con su estilo habitual: desafiante, frontal y sin medias tintas. El árbitro vio venir el conflicto y terminó expulsando al volante de Colón para calmar los ánimos.
Una vez terminado el encuentro, Toresani habló ante las cámaras de televisión y lanzó una frase desafiante: “Lo quiero tener enfrente a Maradona. Lo voy a ir a buscar a la casa”. Fue un comentario que trascendió lo deportivo y generó una gran polémica en los días siguientes.
Maradona, fiel a su estilo, no tardó en responder. En una entrevista, con tono firme y mirada desafiante, soltó una de las frases más recordadas del fútbol criollo: “Segurola y La Habana 4310, séptimo piso. Vamos a ver si me dura 30 segundos”. La frase quedó grabada en la memoria colectiva y se convirtió en leyenda urbana.
Una frase que hizo historia
La dirección mencionada por Maradona pertenece al barrio porteño de Villa Devoto, donde vivía en ese momento. Con ese mensaje, el “Diez” dejó en claro que no le tenía miedo a nadie, reafirmando su carácter combativo y pasional tanto dentro como fuera de la cancha. No era solo un jugador de fútbol, era un fenómeno social.
La frase trascendió el ámbito deportivo y rápidamente se instaló en los medios, en las charlas de café y en las canchas de barrio. “Segurola y La Habana” pasó a ser una expresión popular utilizada para desafiar con ironía, y Maradona volvió a demostrar que tenía una capacidad única para generar momentos inolvidables.
Incluso quienes no eran fanáticos del fútbol se vieron atrapados por la anécdota. La televisión y los diarios reprodujeron la declaración durante días, y la frase terminó siendo parte de remeras, murales y banderas. Maradona volvía a convertirse en ícono, no solo por su talento, sino por su personalidad avasallante.
Con el tiempo, tanto Toresani como Maradona se reencontraron y dejaron atrás aquel episodio. Pero la frase quedó para siempre como uno de esos momentos que definen la esencia maradoneana: valiente, directa, impredecible y absolutamente inolvidable.
El impacto del regreso
Aquel 7 de octubre de 1995 marcó un punto de inflexión en la historia reciente de Boca. Con Maradona en el plantel, el club recuperó presencia mediática y emocional, más allá de los resultados deportivos. Su figura arrastraba multitudes, generaba debates y mantenía viva la llama del sentimiento popular.
Para muchos hinchas, ver nuevamente a Diego en La Bombonera fue como cerrar un círculo emocional. Volver a tenerlo en casa, verlo besar el escudo y caminar por el césped que lo había visto nacer futbolísticamente, fue una experiencia única. Era la encarnación de un sueño cumplido.
Si bien su rendimiento no fue el de años anteriores, su influencia en el grupo y su presencia en el vestuario fueron fundamentales. Maradona se convirtió en líder, referente y guía de los más jóvenes. Su sola figura servía de inspiración y motivación para todo el plantel.
El ciclo en Boca no terminaría con títulos, pero sí con una conexión emocional profunda. Maradona jugó su último partido como profesional con esa camiseta en 1997, frente a River, y dejó un legado que trascendió las estadísticas. Su vuelta en 1995 fue mucho más que un regreso: fue una declaración de amor eterno al club y a su gente.
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