
El gol de Palermo que salvó a Argentina rumbo a Sudáfrica 2010

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Era una noche gris en Buenos Aires, con el cielo encapotado y una lluvia que parecía acompañar el drama futbolístico que se vivía en El Monumental. Argentina se jugaba mucho más que tres puntos en aquella jornada de Eliminatorias Sudamericanas rumbo a Sudáfrica 2010. El rival era Perú, eliminado, pero con orgullo y hambre de arruinarle la fiesta al gigante. Bajo Diego Maradona, la Selección llegaba tambaleando, sin margen de error y al borde de la eliminación.
El 10 de octubre de 2009 quedó marcado a fuego en la historia del fútbol argentino por un partido no apto para cardíacos. La Albiceleste necesitaba ganar sí o sí para seguir con vida rumbo al Mundial, y la tensión se palpaba en cada rincón del estadio. La lluvia torrencial fue testigo de un encuentro dramático, en el que cada jugada podía significar la gloria o el abismo. Y en medio del caos, emergió una figura mítica: Martín Palermo, el eterno goleador.
Un clima tenso y una selección al borde del abismo
Argentina llegaba a esa penúltima fecha de las Eliminatorias con la soga al cuello y muchas dudas. El equipo no encontraba el rumbo futbolístico, los resultados no acompañaban y la presión mediática sobre Maradona era asfixiante. El miedo a no clasificar a un Mundial por primera vez desde 1970 era real, y el ambiente alrededor del seleccionado estaba cargado de ansiedad y expectativa.
El rival de turno, Perú, si bien ya estaba eliminado, jugaba sin presiones y con la posibilidad de dar el golpe. Los dirigidos por Chemo del Solar llegaban con ganas de arruinarle la fiesta a Argentina, y tenían jugadores capaces de complicar, como Claudio Pizarro y Juan Vargas. La lluvia intensa que cayó sobre Buenos Aires desde la tarde hizo aún más difícil el juego, generando un terreno pesado y resbaladizo, donde cada pase era un desafío.
En el banco de suplentes, Maradona apostaba todas sus fichas. El astro vivía el partido con una intensidad única, como si él mismo estuviera dentro del campo. A pesar de la lluvia, de las críticas y de las dudas, Diego seguía confiando en los suyos. Y en especial en uno que parecía olvidado por el fútbol de selección, pero que sería clave: Martín Palermo, que esperaba su oportunidad desde el banco.
La tensión del partido y un gol que no alcanzaba
El primer tiempo fue trabado, con pocas situaciones claras y mucho nerviosismo. Argentina intentaba, pero no encontraba los caminos para quebrar la defensa peruana. Messi, aún joven pero ya figura, se mostraba activo, aunque sin la precisión que lo caracteriza. Las llegadas eran aisladas, y el público empezaba a impacientarse bajo la incesante lluvia.
Recién en el segundo tiempo llegó el desahogo parcial, cuando Gonzalo Higuaín abrió el marcador y encendió la esperanza. Fue un gol valioso, pero la alegría duró poco. Argentina no supo cerrar el partido, bajó la intensidad y permitió que Perú creciera. En el minuto 89, el estadio enmudeció: Hernán Rengifo empujó la pelota al gol y marcó el 1-1. El empate era casi una eliminación.
El reloj corría, el agua caía sin piedad y la angustia se apoderaba de todos. En ese contexto caótico, Maradona miró al banco y mandó a la cancha a Palermo. El «Titán» tenía 35 años, una historia con la Selección marcada por altibajos, pero un corazón que no entendía de imposibles. Era su momento, una vez más, para escribir una página épica en su carrera.
El gol de Palermo y una celebración para la eternidad
Corrían los minutos de descuento y la esperanza parecía haberse evaporado con el empate. Sin embargo, como en un guion cinematográfico, la pelota cayó en el área, Messi intentó una última jugada y Di María envió un centro bajo. Entre rebotes, piernas mojadas y tensión absoluta, apareció Palermo, como si el destino lo hubiera puesto allí.
El goleador empujó el balón a la red casi con el alma, sin equilibrio, sin estética, pero con toda la fuerza de un país que necesitaba ese gol. Era el minuto 93 y el 2-1 explotó como un volcán en El Monumental. La gente gritó como nunca, los jugadores corrieron como locos, y Maradona protagonizó una imagen imborrable: se tiró de panza al césped, empapado, eufórico, puro desahogo.
El gol fue más que una simple conquista. Fue símbolo de fe, de resiliencia y de entrega. Palermo, quien años antes había sido criticado por sus penales fallados en la Copa América, se convertía en héroe nacional. Aquella noche, bajo el diluvio, nació el mito de «San Palermo», el hombre que le devolvió la vida a una Argentina al borde del abismo.
10 de Octubre 2009. 14 años. Palermo convertía este agónico gol inolvidable para la Argentina y su clasificación al Mundial 2010 sobre la hora.
10 años sin ser convocado a la selección y solo uno confió en él, Diego Maradona.
Y como siempre, Martín no decepcionó. pic.twitter.com/DisILvsPad— El Optimista del Gol (@PalermismoPuro) October 10, 2023
Un paso hacia Sudáfrica y un recuerdo imborrable
Gracias a esa agónica victoria, Argentina llegó con chances al último partido frente a Uruguay en Montevideo, donde finalmente selló su clasificación al Mundial. El triunfo ante Perú no solo fue crucial desde lo matemático, sino que significó un punto de inflexión anímico para un equipo que había estado al borde del colapso.
Maradona en su papel de técnico, vivió aquel gol con una intensidad que reflejó lo que significaba el fútbol para él. Su zambullida al césped se convirtió en una postal histórica, que recorrió el mundo y sintetizó el desahogo de todo un país. Fue una muestra de la pasión que envuelve al fútbol argentino, donde nada se vive a medias.
El recuerdo de ese partido sigue vivo en la memoria de los hinchas. No por su belleza futbolística, sino por su carga emocional, por la épica, por la lluvia y por ese final de película. Palermo se ganó, con ese gol, un lugar eterno en la historia de la Selección. Su nombre quedó ligado a una noche mágica, cuando Argentina, contra todo, encontró la salvación en los pies de un gladiador.
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