Ángel Labruna 2025

Recordando el adiós de una leyenda: el último partido de Ángel Labruna

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Brian Celora

Creador de contenido apasionado por el fútbol y, especialmente, por River Plate. Destaca por su capacidad para contar historias que conectan con la emoción y la pasión de los hinchas.

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El 12 de octubre de 1959, el fútbol argentino vivió una de esas jornadas que quedan marcadas en la memoria colectiva. En el Viejo Gasómetro de avenida La Plata, San Lorenzo goleó 3 a 0 a River Plate, en un resultado sorpresivo por lo contundente. Sin embargo, lo verdaderamente histórico de aquella tarde no estuvo en el marcador, sino en un hombre: Ángel Amadeo Labruna, ídolo eterno del «Millonario», jugó su último partido oficial con la camiseta de sus amores.

Ese día, sin saberlo muchos de los presentes, se cerraba un ciclo glorioso en la historia del club de Núñez. Labruna, que había debutado en 1939, disputó su encuentro número 515 con River y se despidió como el máximo goleador del club, con 293 tantos. Su retiro marcó el fin de una era, la de «La Máquina» y la del jugador que representó como pocos el ADN riverplatense. El fútbol le decía adiós a una de sus figuras más queridas y respetadas.

Una carrera marcada por la fidelidad y los goles

No fue un futbolista más: fue un emblema, un símbolo de identidad para River Plate. Ángel Labruna nació en Buenos Aires en 1918, debutó oficialmente en 1939 y rápidamente se ganó un lugar en el equipo. Con su zurda precisa, su olfato goleador y una inteligencia táctica notable, se convirtió en pieza clave de «La Máquina», el mítico equipo de los años 40.

Durante dos décadas, Labruna fue sinónimo de gol. No solo se destacó por su capacidad anotadora, sino también por su lealtad al club. En un tiempo donde el sentido de pertenencia era fuerte, él encarnó como pocos el amor por la camiseta. Nunca jugó en otro club argentino y defendió los colores de River hasta el final de su carrera, incluso en los años sin títulos.

Con 293 goles en partidos oficiales, Labruna se transformó en el máximo goleador en la historia de River, y hasta hoy mantiene ese récord. Solo el paraguayo Arsenio Erico, leyenda de Independiente, lo supera en el fútbol argentino. Pero más allá de las cifras, su legado vive en los hinchas, en los libros de historia y en cada rincón del Monumental.

El adiós en el Gasómetro: una derrota que dolió poco

El escenario fue el Viejo Gasómetro, la casa de San Lorenzo en avenida La Plata. River visitaba al «Ciclón» por una fecha del campeonato de 1959, en un contexto competitivo, pero sin saber que sería un partido trascendental desde lo emocional. El resultado fue claro: 3 a 0 para los locales, con goles de José Sanfilippo, Higinio García y Norberto Boggio.

Más allá de la derrota, lo que terminó marcando esa tarde fue el retiro silencioso de Labruna. No hubo homenajes ni anuncios oficiales: en aquella época, los grandes se iban en silencio, con la frente en alto y la historia hecha. El número «10» de River dejó el campo por última vez como jugador, cerrando un ciclo de 20 años al servicio del club.

Su figura, sin embargo, estaba lejos de apagarse. Aunque ya no vestiría la camiseta dentro del campo, su vínculo con River sería eterno. El pueblo «millonario» no necesitó de palabras para entender que se iba uno de los más grandes de todos los tiempos. El fútbol argentino perdía a un crack en activo, pero ganaba una leyenda para siempre.

El legado inmortal de Ángel Labruna

Labruna no solo dejó su huella como jugador, sino que, años después, también lo haría como técnico. Volvería a River desde el banco de suplentes en 1975 para terminar con una sequía de 18 años sin títulos. Aquella campaña, coronada con la obtención del Torneo Metropolitano, fue una segunda consagración para él, que ya había ganado todo como futbolista.

Su personalidad fuerte, su identificación con los colores y su mentalidad ganadora transformaron a Labruna en mucho más que un ídolo. Se convirtió en una bandera, en un modelo a seguir para las generaciones futuras. Su apellido es sinónimo de grandeza, y su imagen sigue presente cada 28 de septiembre, fecha de su nacimiento y del «Día Internacional del Hincha de River».

Además de los títulos y los goles, Labruna se destacó por algo que pocos logran: trascender las épocas. Es recordado por quienes lo vieron jugar y admirado por quienes solo escucharon hablar de él. Su legado permanece en la cultura popular del club y del país, como uno de esos íconos que nunca mueren.

Una despedida silenciosa, un recuerdo eterno

La tarde del 12 de octubre de 1959 no tuvo la pompa de una despedida soñada, pero el tiempo le dio la dimensión que merecía. En ese partido, Ángel Labruna cerró su brillante etapa como jugador con la misma humildad con la que la había comenzado. Su último partido fue una derrota, pero su carrera fue una sucesión de triunfos y gestas inolvidables.

A veces, los grandes no necesitan fuegos artificiales para irse. Labruna fue uno de esos hombres que supo retirarse con dignidad, sin escándalos ni protagonismos innecesarios. Su despedida fue a la antigua, con respeto, y su figura creció aún más con el paso del tiempo. El hincha de River jamás lo olvidó, y la institución lo honra constantemente.

Hoy, su estatua en el estadio Monumental, su nombre en las canciones de la hinchada y su historia contada de generación en generación mantienen viva su memoria. Porque hay jugadores que hacen goles, y hay otros que hacen historia. Ángel Labruna hizo ambas cosas, y por eso su nombre es inmortal en la historia del fútbol argentino.

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